lunes, 15 de septiembre de 2008

Septiembre

Casi las diez de la noche, del último domingo del verano, porque para ella el verano terminaba cuando el timbre de la escuela volvía a sonar al cabo de unos meses. En el escritorio se apilaban todas las cosas que había comprado durante la semana y que esa noche tendrían que dormir ya en la mochila. Desde la goma de borrar impecable, aun con sus bordes cuadrados, hasta el ramillete de lápices afilados. Las libretas (una de rayas y otra de cuadros) no tenían nada escrito, excepto su nombre en la primera página, y los libros, que estaban recién forrados, todavía conservaban el olor de la librería. En la silla, su madre le había dejado preparada la ropa del día siguiente y también un lazo a juego para que adornara sus incontrolables rizos.
Todo listo para que septiembre comenzara de verdad, para volver a las divisiones con decimales, a las clases interminables de gimnasia, a las excursiones con autorización paterna, a los dictados con cinco faltas como máximo, al mandilón manchado de plastilina, a los villancicos en navidad y las obras de teatro primaverales, a los partidos imitando a los niños, a las cartas de olor y los cromos de fútbol, a contar historias que son mentira, a decir verdades sin timidez, al juego de la botella en la parte de atrás, a la inocencia pintada con plastidecor... Cogió una de esas pequeñas pegatinas que coleccionaba y la pegó en una esquinita de la estantería, donde ya se amontonaba una hilera de monigotes. Cada último domingo de verano repetía el mismo ritual para ser consciente de que los cursos, los años, iban pasando, de que algún día se acabarían las pegatinas o ya no habría suficiente espacio en el mueble para colocarlas. Al fin y al cabo, eran tiempos en los que afortunadamente todo lo importante se concentraba en esperar a que llegara la hora del recreo.

martes, 9 de septiembre de 2008


No entiendo porqué, pero hoy no puedo explicar mejor esa idea con palabras. Por eso pongo el dibujo, para estar segura de que me entiendes. Así que ya sabes, en cuanto esto de alrededor se ponga bien lindo, me avisas. Estaré esperando en el club de los cobardes, segunda puerta a la izquierda. Si ves que la muy coqueta tarde en arreglarse, no te preocupes, no tengo prisa.