lunes, 21 de abril de 2008

Lunas bajo el brazo y canciones detrás de la puerta

El itinerario de siempre, aunque sea sin guión bajo el brazo. La salida de emergencia escondida detrás de tu espalda. Las ventanas selladas para que no se desborden las ganas de romper con todo.
No falta nada, todo listo para darle al play y demorar un poco el amanecer, regresar a los largos quejidos de la guitarra, los escalofríos de ternura, la media sonrisa y el reto de salir indemne de allí. Sabía que eso sería imposible, pero no creía que fuera a lastimarme tanto. No sabía que arrastraría esta sensación de estar y no estar durante tanto tiempo, que sería el comienzo de algo mayor, de un bache que te obliga a rectificar la ruta. No pensaba que fuera a dejar una huella tan honda que necesita rellenarse de silencio urgentemente para no agrietarse aún más.
Quizá su voz no fue el detonante de este estado. Seguramente todo lo fallido viene de antes, agarrado a la manga de mi abrigo, pero desde que sonó sigo colgando de un hilo, sin saber cómo volveré a bajar al suelo, contagiándome de un vértigo sin tratamiento.
Sí, ya lo sé, por mucho que la escuche cinco veces seguidas no me acostumbraré a esa estrofa que hace que mis ojos se rindan al drama más absurdo y contenido que se decanta por lo incomprensible. Y aún así, en cuanto acaba vuelvo a ponerla.

Creo que esta noche te dejaré la luna en el cielo. El esfuerzo de llevarla hasta tu habitación no merecería la pena; pesa demasiado y me flaquean las fuerzas.

jueves, 17 de abril de 2008

Van a ser sólo unos minutos, pero los suficientes para conseguir entrar en ese estado en el que no sabes muy bien dónde estás (tampoco te importa demasiado) y los ruidos a tu alrededor se van convirtiendo en leves susurros, lejanos, que no llegas a distinguir. Algún coche en la calle, un par de golpes en la casa del vecino, las conversaciones de los viandantes que cruzan por delante de la puerta… En ese momento querrías conseguir no pensar en nada, dejar la mente en blanco, pulsar el botón imaginario de ‘on-off’ de tu cabeza, y sentir sólo el peso del cuerpo, olvidarte de lo que pudo pasar antes, lo que no pasó, lo que podrá pasar después… Y en medio de todo eso logras oír el silencio, porque es un silencio tan denso, y a la vez tan frágil, que casi lo puedes palpar, notas cómo te rodea… No te atreves ni a mover un dedo, ni a respirar un poco más fuerte de lo normal para que ese silencio no se vaya, para que se quede arropándote, aunque te haga cosquillas al rozarte el brazo. Y te das cuenta de que quedan poco más de cinco minutos para que comience a sonar el odioso bip bip, y al subir las persianas descubras que el cielo sigue algo tembloroso, sin decidir si debe echarse a llorar o pintarse de azul... Oyes el viento que sopla fuera, intentando llevarse el sigilo que se ha convertido en un dulce compañero de cama. Pero de momento él se resiste, duerme contigo… Ya se despertará más tarde, cuando se haya cansado de no hablar, cuando llamen al timbre y el paréntesis de sueño se cierre por hoy, cuando la habitación se llene de sílabas que le intimiden.

lunes, 7 de abril de 2008

Ups!

Perdona,
tendría que habértelo dicho antes.
Resulta que se me pasó por alto,
quizá quise despistarte
o soy yo,
que no sé ver las cosas
antes de que sucedan…

Lo dicho,
que lo siento,
pero me dispongo a marcar
el punto y aparte,
o el final
(según vaya el párrafo)
y es que
acabo de darme cuenta:
me he quedado
sin reservas de inocencia.

Creí que al fondo de la alacena,
junto a las majaderías,
habría algo de ingenuidad
pero
-no te lo vas a creer-
debí gastarla con el último de tus besos.

El problema no es ese;
ya tuve más veces la estantería vacía,
pero esta vez
he decido no reponerla,
por aquello de no convertirte
en la piedra que me haga tropezar
dos, tres, cuatro o cinco veces.

Será una tontería,
-pensarás-,
pero prefiero el olvido
antes que el odio.


Así que, hasta la vista.

Sin más.

martes, 1 de abril de 2008

Ella/yo

Si algún día encuentras a una chica que dice ser yo, y lo afirma con una seguridad aplastante, dando la impresión de que no podría caber entre sus dientes ni una sola mentira; si la ves y piensas que sí, que puede ser, porque no notas ni una sola mueca que te haga sospechar, porque incluso tiene esa pequeña cicatriz que me hice de pequeña en el párpado, porque, a pesar de tu cara de asombro, te intenta convencer de que ella es yo y mientras lo hace manosea sin parar el anillo de su mano izquierda, y tú ya no sabes si aquello es una broma pesada o si tendrías que empezar a dudar de ti mismo… Si algún día te encuentras a esa chica, con mi nombre, mi cara y mis gestos, preséntamela. Tengo ganas de conocerme a mí misma.