jueves, 17 de septiembre de 2009

Tenía bastante tiempo antes de entrar al cine. Había sido un día largo, pero aun tenía ganas de caminar y mezclarse un poco con la gente que iba y venía. Decidió ir calle abajo, le gustaba ese barrio en el que de entre diez farolas solo alumbraban cuatro. La luz de las tiendas, en cambio, era más potente y dejaba la huella de los escaparates sobre la acera. Caminaba despacio, intentando olvidarse de lo que había dejado sin hacer en el despacho y de que en la nevera seguramente no le esperaba nada más que un par de yogures desnatados. Le costó, pero empezó a disfrutar del aire frío que esa mañana había querido ser protagonista y que se colaba por su escote como si quisiera comprobar si eso de ser un amante humano era tan bueno como había oído. Cuatro pasos más y sus pies se pararon ante una postal arrugada que estaba en el suelo: “Vive como sueñas”. Una promoción de zapatillas deportivas de varios colores. “Vive como sueñas”. Descartó las zapatillas y se quedó con el eslogan. Habían pasado ya veinte minutos, la película estaba a punto de comenzar. Se guardó el papel en el bolsillo y echó a andar.

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