jueves, 29 de noviembre de 2007

Un falso día de invierno en otoño

Suena el despertador. No te mueves de la cama. Un días más, otro menos. Otra mañana que va a ser desperdiciada, enterrada tras la máscara de la rutina. Ni siquiera tienes ganas de levantarte, te apetece quedarte entre las sábanas, tapado, sin oír a nadie, estando sólo contigo mismo, porque es lo único de lo que no puedes escapar. Pero pronto el despertador vuelve a sonar y te obliga a poner un pie sobre la alfombra y a olvidar esas tonterías que a veces se te ocurren. Menos mal que nunca se las confiesas a nadie...
Aunque por la radio digan que aún no ha empezado el invierno, en la calle compruebas que el frío ya ha llegado. Mejor. No sabes muy bien por qué pero esa sensación te reconforta. Quizá porque te gusta llevar la contraria a la gente, o porque el blanco es tu color favorito, o porque el invierno es la estación de la nostalgia... Las manos en los bolsillos, la cara helada y un gorro tapando tu mirada. Entras en el metro sin mirar a la gente a los ojos. Te sientas. “Cuando te quema el frío si me coges la mano, cuando la luz cansada tiene sombras de ayer, cuando el amanecer es otra noche helada”... Parece que nunca te vas a cansar de oír esa canción...Otro amanecer frente a ti que se rebela en pleno otoño…



¿Continuará?

lunes, 26 de noviembre de 2007

"La excusa más cobarde es culpar al destino"

Eso me dijiste antes de poner tus manos sobre mi cintura y acabar de convencerme para pensar que sólo tú y yo estábamos en la ciudad, aunque en la entrada del parque un mendigo nos miraba con ternura, pensando "aquí están otra vez los empalagosos kamikazes enamorados", y la mujer en la parada del autobús se acordaba de su primer novio y se preguntaba dónde estaría ahora aquel chico pelirrojo que le dio un beso a traición en el patio del recreo. También nos vio el taxista que esperaba a un nuevo viajero escuchando la radio, añorando una compañía más carnal que simples ondas invisibles. Y el semáforo de la esquina fue nuestro más fiel testigo, porque aguardó con nosotros hasta el final de la noche, tornándose rojo y verde según tus manos subían o bajaban por mi espalda o si se colaban dentro de mi camiseta. Yo ya había olvidado al destino, pero por última vez utilicé el frío como excusa para comenzar a andar y acabar enorascada en las sábanas de tu cama.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Viento de otoño

Quizá el viento que hoy sopla en la ciudad ayude a que tus palabras vuelen hacia mí o que las mías se queden contigo si tu camino casualmente ha pasado por aquí. Los remolinos que forman las hojas secas bailando en la acera envuelven las sílabas, el jersey de punto que te abriga también acaricia los versos cuando se atreven a dejar tu boca y la taza de té caliente que sujetan tus manos hace más difícil que las poses sobre el teclado y te decidas a hablarme. No pasa nada, aún queda otoño por delante para que acerques tu voz sin miedo a que el viento se la lleve volando al País de Nunca Jamás.