jueves, 29 de noviembre de 2007

Un falso día de invierno en otoño

Suena el despertador. No te mueves de la cama. Un días más, otro menos. Otra mañana que va a ser desperdiciada, enterrada tras la máscara de la rutina. Ni siquiera tienes ganas de levantarte, te apetece quedarte entre las sábanas, tapado, sin oír a nadie, estando sólo contigo mismo, porque es lo único de lo que no puedes escapar. Pero pronto el despertador vuelve a sonar y te obliga a poner un pie sobre la alfombra y a olvidar esas tonterías que a veces se te ocurren. Menos mal que nunca se las confiesas a nadie...
Aunque por la radio digan que aún no ha empezado el invierno, en la calle compruebas que el frío ya ha llegado. Mejor. No sabes muy bien por qué pero esa sensación te reconforta. Quizá porque te gusta llevar la contraria a la gente, o porque el blanco es tu color favorito, o porque el invierno es la estación de la nostalgia... Las manos en los bolsillos, la cara helada y un gorro tapando tu mirada. Entras en el metro sin mirar a la gente a los ojos. Te sientas. “Cuando te quema el frío si me coges la mano, cuando la luz cansada tiene sombras de ayer, cuando el amanecer es otra noche helada”... Parece que nunca te vas a cansar de oír esa canción...Otro amanecer frente a ti que se rebela en pleno otoño…



¿Continuará?

2 comentarios:

Iraultza dijo...

Y yo lo estaba leyendo precisamente ahora....empezamos a necesitar una bolsa para guardar las casualidades.
Hay canciones que no dejamos de querer seguir escuchándolas....y los vagones son grandes lugares...como los amaneceres.

Giraluna dijo...

Espero que las casualidades no cesen, son un lugar común de extraña conexión...
Gracias por pasarte.