sábado, 2 de febrero de 2008

Llevaba tiempo conviviendo con él, paseando, yendo al cine, refugiándose en la cafetería de la esquina los días de lluvia o acercándose a la playa cuando el sol se encaprichaba con dejar asomar alguno de sus rayos... Ahora le conocía a la perfección, no había un solo detalle que se le escapara: Conocía sus delirios, su costumbre de usar cordones verdes para los zapatos de vestir, la melancolía que le atacaba a traición cuando le hablaban de noches estrelladas... Pero en esas ocasiones en las que la intimidad era más fuerte con la desconfianza, ella prefería verle desde la distancia, dejarle espacio, intentar ser invisible para que él dejara florecer su versión original, la que no estaba contaminada de esperanzas y miedos ajenos, rencores y besos que ella había depositado inconscientemente en su personalidad.
Había analizado su conducta tantas veces que muchas cosas ya habían perdido el poco sentido que tuvieron al principio, aunque en lugar de rescribirle de nuevo, de inventar otro tono de voz menos duro, otras réplicas más amables, le dejaba ser y crecer, porque ya no tenía derecho a ponerle límites, ya había desaparecido el paternalismo y el sentirse dueña de sus miradas. Ahora ya sólo se limitaba a escucharle y a mirarle, atentamente, con mimo.
En realidad no se trataba de un simple diseño premeditado como lo habían sido muchos otros, éste más bien había surgido del día a día, del roce diario y nocturno, sobre todo del nocturno, cuando ya metida en la cama ella cerraba los ojos y se imaginaba los gestos de sus manos, el paraguas azul oscuro que seguramente le acompañaba en invierno, la forma en la que se concentraría al leer uno de sus poemas, el pasado que nunca confesó a nadie y el presente que tampoco se atrevería a compartir... Poco a poco fue conociendo más de él, y cada noche era un encuentro y eran conversaciones y eran acciones absurdas pero determinantes, y cada día significaba descubrir algo más, algo que le llevaba a otro adjetivo, a otra visión, a otro final... y aunque los demás no lo comprendían, ella veía (sentía) cómo lo ficticio se hacía real, cómo el personaje que había ‘nacido’ en la página 17 de su cuaderno rojo, en la 19 ya era una de las personas a las que mejor conocía, y en la 22 él también la conocía a ella...

6 comentarios:

Iraultza dijo...

Puede ser posible esa forma casi a lo Mary Shelley, pero sin la parte circense, de "crear", de ir añadiendo detalles, elementos, adjetivos, verbos y modos...y que llegue un momento en que eso ficticio se hace real....si, a mí me gusta la idea.

Giraluna dijo...

Y que al final, todo lo que has ido añadiendo (colores, silencios y preposiciones) tenga 'vida' propia -con o sin tornillos en la cabeza-... A mí también me gusta la idea.

Iraultza dijo...

Puestos a elegir....sin tornillos en la cabeza, va, no? ;-).

Giraluna dijo...

jaja...venga, vale, sin tornillos :)

Naty dijo...

Cuando lo imaginario puede palparse resulta dificil distinguirlo de la realidad... Se vuelve tan contundente la presencia/ausencia que no hay diferencias perceptibles... Creo que a mi también me faltan algunos tornillos (se nota ¿no? :p)

Giraluna dijo...

¿Y a quién no le falta algún tornillo o tiene una tuerca más floja de lo normal?

Gracias por pasarte por aquí.
Un abrazo!