miércoles, 19 de noviembre de 2008

Ratones de campo y ciudad

Con papel verde y un pequeño lazo dorado. Debajo de un montón de ropa sin clasificar que siempre acaba guardándose en el último cajón de la cómoda, donde caben desde medias hasta botones sueltos, gorros de lana y pulseras demasiado extravagantes para lucirlas. Le recuerda a otro regalo que sigue reposando en su estantería, sólo que este estaba atado con una cinta roja. Nunca llegó a dárselo, quizá porque se dio cuenta a tiempo de que no era oportuno, no era el regalo ni el destinatario perfecto, qué va, sólo quería añadir un poco de emoción a los días de entre semana y pretendió hacer como si ese regalo sin motivo no escondía una razón bajo el papel de envolver… Menos mal que nunca se lo dio, piensa ahora, que aquellos días en los que lo llevaba en la cartera siempre acaban en una sonrisa tonta de camino a casa pensando “hoy tampoco…”. Pero este es diferente, para bien, lo que necesitaba, se dice… Y vuelve a pensar lo que guarda el último cajón de la cómoda. No es su cumpleaños -queda meses para eso-, falta un mes para navidad y tampoco es un aniversario de nada -¿cuándo se dieron el primer beso?, no lo recuerda, lástima, pero podría decirte que han pasado 10 horas desde el último…- Un regalo sin más, porque desde la noche en la que le contó aquella historia de cuando era niño supo que no podría resistirse a entrar en la librería al día siguiente y preguntar si existía la posibilidad de volver a traerle un poquito de infancia, ahora que dicen que llega el frío de verdad. Dejarlo en la puerta y salir corriendo, para no tener que cumplir con el ritual de dar las gracias y sonreír por compromiso, aunque está segura de que le gustará, sí, seguro…Quitar el papel y ver la portada, y luego encontrar la nota, leer la frase de la primera página y entonces sentir esa sensación de encontrarte con algo inesperado y preciso, exacto, que da justo en el centro, que de alguna forma te da aquello que estabas esperando, la confirmación de que esta vez parece que esto es de verdad…

… quizá está imaginando demasiado, quizá sólo es
un regalo envuelto en papel verde y con un lazo
dorado, sin precisión ni adivinanzas, sin ternura ni
niñez de por medio…


...es más que eso, es su forma de decirle “te quiero”…

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