jueves, 3 de enero de 2008

Sesión continúa

Un largo fundido dio final a la última secuencia de la película. Las luces de la sala se encendieron tenuemente y la gente comenzó a levantarse de las butacas y a ponerse encima todo el cargamento de bufandas, guantes y gorros. En la penúltima fila, en los asientos del lado izquierdo, ellos dos permanecieron quietos, como si lo más importante viniera a continuación. Contemplaban atentamente la pantalla sobre la que pasaban los monótonos títulos de crédito. Más de cien nombres y cargos transcurrieron frente a ellos, mientras la sala se iba vaciando poco a poco. Cada ocho o nueve segundos, ella le miraba de reojo, disimuladamente, intentando identificar alguno de sus gestos y, a pesar de su fugacidad, él notaba cada una de esas miradas e intentaba calmarse, no mover ni un solo dedo, ni siquiera pestañear. Sabían que en poco tiempo la música iba a cesar y tendrían que salir a la calle, por eso disfrutaban de la quietud y la intimidad del lugar y del momento. La inmensa sala estaba ahora completamente vacía y el color azul oscuro de las butacas hacía que su presencia pasara inadvertida ante una inoportuna visita del acomodador. Cada uno notaba el calor que desprendía el otro y el ritmo de su respiración. Parecía que habían hecho un pacto silencioso para dejar correr el tiempo y disfrutar de su lento pasar, de estar juntos pero sin mirarse, simplemente confiando en que uno permanecía al lado del otro. Los títulos de las canciones que formaban la banda sonora aparecieron en último lugar, seguido del logotipo de la distribuidora, la última imagen que se proyectó en la pantalla. A continuación, las luces se apagaron por completo. Con la oscuridad total, la sensación de vértigo era aun mejor, en parte porque sabían que les habían regalado algo más de tiempo, los veinte minutos que faltaban para el inicio de la siguiente sesión. Seguramente se quedaron a ver la película otra vez. Al fin y al cabo, sus manos, entrelazadas desde la segunda escena, no tenían intención de separarse.

2 comentarios:

Iraultza dijo...

Y qué importaba la película siguiente, o el color de las butacas...sólo quedaban sus manos, todo era esa forma de esperarse, de escucharse, de mirarse....lo demás estaba como apagado mientras tanto. Un placer volverte a encontrar.

Giraluna dijo...

Sus manos y sus miradas, "todo lo demás no importa"...

Me alegra saber que ya has vuelto (y gracias por volver aquí ;)