lunes, 10 de diciembre de 2007

Re-encuentro

Levanté la vista de los tulipanes blancos y ahí estabas tú. Hacía tiempo que no te veía, meses tal vez. Bueno, dejando a un lado mentiras surgidas del orgullo, te diré que sabía exactamente cuándo nos vimos por última vez: la primera semana del verano (recuerdo que en el último paseo llevabas puesta tu camiseta verde de manga corta y yo una de tirantes, que me dejaba sentir tu brazo apoyado en mi hombro...)
En un primer momento pensé en huir, creyendo que aun no me habías visto, trazando un plan para escapar por entre las margaritas amarillas hasta llegar a la puerta y salir corriendo. Pero mis piernas estaban ancladas como raíces en la tierra y sólo reaccioné cuando ya te tenía justo enfrente, saludándome con esa timidez que tanto me gustaba, que me sigue gustando. Noté que tú también te sentías igual de incómodo que yo cuando nuestras cabezas chocaron al darnos dos besos, porque coincidimos en la mejilla por la que empezar. No hace falta decir que eso antes no nos pasaba, los dos teníamos los labios del otro como única diana. Después vino el ‘qué tal estás’, ‘cuánto tiempo sin verte’, ‘qué hay de tu vida’… Sé que por mucho que intentara disimular con comentarios sobre el trabajo y la rutina, mis ojos te desvelaban lo único que realmente quería decirte: Te he echado tanto de menos…
No puse ninguna ridícula excusa para no tomar un café contigo. Qué fácil hubiera sido un ‘tengo prisa’, ‘me están esperando’… pero no, por qué negar que me apetecía quedarme a tu lado un rato más, y seguir sintiendo en el estómago el vértigo de tenerte cerca, igual que cuando te conocí o cuando me dijiste aquel inocente ‘¿puedo besarte?’.
No dejé de remover el café para poder mirar la taza fijamente y evitar ver tu sonrisa al contarme la última anécdota curiosa que te había pasado. Y al instante nos quedamos en silencio. Un silencio roto únicamente por el ruido que hacía el camarero al ordenar las copas de cristal y por aquella canción que sonaba de fondo y que no llegué a reconocer. Quizá te habías hartado de que sólo te contestara asintiendo la cabeza. Lo siento, es que no me salían las palabras, a mi mente solamente venía aquel ‘te echo de menos’, ‘te echo de menos’, ‘te echo de menos’… Me fijé entonces en que llevabas puesta la pulsera de cuero que te regalé aquel domingo sin obligaciones. Pero me prometí a mí misma no pasar la noche en vela analizando si eso significaría algo.
Ya ves que no cumplí la promesa, aquí estoy, escribiendo tonterías el día en que te he vuelto a encontrar. De nuevo, vuelve a sonar de fondo “Ojalá”.

8 comentarios:

Iraultza dijo...

Es de esos post que uno siempre quisiera que le escribieran. Y supongo que por esos azares absurdos, la canción que me sonaba a mí en la cabeza era "Inevitable" de Piratas. Me gustó leerte.

Giraluna dijo...

Uno de esos post que su destinatario (seguramente) nunca leerá... Supongo que todos tenemos una canción que nos hace recordar aquello que nos parecía tan lindo, que ya no está, pero que siempre acaba volviendo (o siempre volvemos a caer)
Me gusta que me leas (y que me lo digas) :)

Iraultza dijo...

Desde hace un tiempo, tengo una nueva teoría (o simplemente es un corolario de alguna teoría mas antigua, que yo siempre he sido muy dado a teorizarme), y es que en ocasiones, este tipo de textos, o simplemente algunas frases, no importa que no lo lea su destinatario o destinataria, simplemente es suficiente con escribirlo o ser capaz de decirlo, con eso, basta, engendra paz de espíritu, y eso es suficiente. Y sabes qué? No siempre vuelve, o a veces si la paz de espíritu llega antes, que acabe volviendo lo otro es incluso neutral, y ese día sonríes como nunca. (Atención al ladrillaco que te acabo de soltar, como para que encima me des alas diciéndome que te gusta que te diga que te leo ;-)).

Giraluna dijo...

Esto de desahogarse con el papel parece terapéutico, a veces incluso no escribes para él o ella sino para ti mismo, para darte cuenta de que aún deseas que vuelva, para olvidarlo o para evitar caer en lo 'imposible de parar'. Tal vez lo más difícil es cuando, a pesar de todo, aun quieres que regrese, cuando tienes miedo a que en un futuro (demasiado lejano quizá) su vuelta sea algo neutral en tu vida.

Mmmm... ¿quizá demasiado metafórico y abstracto para que se entienda?

Me gusta decirte que me gusta que te guste leerme (¡qué lío!), y nada de ladrillacos, las teorías son difíciles de explicar, se necesita espacio :)

Iraultza dijo...

Probablemente sea cuestión de tiempo y distancia (ves, Ferreiro es uno al que acabo volviendo siempre, aunque sea de otro modo), lo que en un momento dado genera miedo, luego se hace "blandito" y no genera nada negativo, y si llegado el caso es neutral...no es culpa de nadie, simplemente ya no era el momento. Uno no puede empeñarse tercamente en mantener detenidas las manecillas de los relojes, se puede quizá con el de casa, con el de la oficina con un poco de esfuerzo, pero desde luego no con los del vecindario, la ciudad o el mundo...(a ti se te ha entendido perfectamente, pero yo empiezo a entrar en bucle metafórico o sea que agárrate).
Y si, me gusta leerte, en post y en los comentarios medio online, je.

Giraluna dijo...

Me ha gustado eso de las manecillas de los relojes. Me he imaginado en un "Tiempos modernos" actual, anclada a la Puerta del Sol deseando parar el tiempo o incluso volver atrás. Patético, sí, lo sé! Así que todo consiste en dejar que el tiempo pase y haga de las suyas...

Bonita charla sobre metáforas, teorías, segundos y canciones-refugio. Todo casi a tiempo real, un poco ralentizado por los recuerdos.

Buenas noches, Iraultza.

Iraultza dijo...

Nada de patético, es una cuestión de perspectiva, ya sabes, de la posición que ocupamos y cómo nos refleja la luz cada mañana, nada más.

Si, buena charla.

Buenas noches para ti también.

Anónimo dijo...

¿Sabes que el corto (Pre-CineCampus Now) que grabé hace seis meses, y del que todavía no he visto ni una sola imagen, va un poco de dos que se encuntran despúés de mucho tiempo?
Siempre me han gustado las historias de reencuentros y de segundas oportunidades (que no necesariamente uno aprovecha, sino que vuelve a caer en el mismo error ¿es que no aprendemos nada?).
Todo muy deprimente, pero es que cuando lo hice mi autoestima no estaba en su punto más álgido.
Uno escribe mucho dependiendo de su estado, no? Aunque Billy Wilder decía que cuando estaba triste le salían comedias y cuando estaba contento dramas.

Será que no tengo imaginación suficiente y por eso quiero escribir con gente? Entre tú y yo SÍ; escribir es algo tan solitario que uno se pasa los meses soñando con el rodaje ;)