martes, 4 de diciembre de 2007

Uno de esos días...

Uno de esos días frustrantes y a la vez agradable, necesario también . Cómo explicarlo. Uno de esos días en los que la vida que nunca tendrás pasa delante de ti, inmersa en otra persona. Ves aquello que siempre quisiste ser, con lo que soñaste, gestos que tú quieres aprender, comentarios ilusos, inocentes, que hacen replantearte por qué eres así y no de otra manera. Cosas tan simples como la forma de reír, o de mover las manos. Ves que dentro de él lleva un niño que no quiere crecer, que aun se entretiene jugando a moldear sueños de arcilla, mientras tú no recuerdas cuándo dejaste de creer en los reyes magos por ser demasiado desconfiado. Es inquieto, nervioso, expresivo, alegre… Ni siquiera le conoces, sólo te ha hablado durante cinco minutos y ya te resulta encantador y te quedas pensando en eso durante todo el día, inquieta, preocupada por no poder evitar darle vueltas y vueltas al asunto, sintiendo en el estómago ese ‘algo’ raro que no te permite estar serena. Transmite tranquilidad, tranquilidad porque te hace saber que tienes tiempo por delante, que todo se puede lograr, sólo hace falta estirar un poco el brazo y extender la palma de la mano, que ahí se encuentra la magia de la que tanto habla, frente a ti. Sólo hace falta ir un poco más allá, no quedarse parado viendo cómo los demás hacen posible lo que marcaste como utópico en tu calendario. Será mejor dejar la pose del ‘yo nunca podré’ y el miedo a la decepción, porque con solo desearlo no es suficiente. Si sabes lo que persigues únicamente tienes que estirar el brazo y alcanzarlo con la mano. Nadie reparte sueños a domicilio.

6 comentarios:

Iraultza dijo...

Cierto, tremendamente cierto, a veces nos empecinamos, a veces nos atoramos, pero casi siempre lo único que se necesita es caminar, poco a poco, y una vez llegues, como dices, estirar el brazo para y tocarlo con la mano.

Anónimo dijo...

Yo una vez le di mi dirección al "repartidor de sueños a domicilio", y me senté a esperar. Dos meses más tarde dieron en las noticias la historia de un cartero que se había hecho director de cine.
Desde entonces ruedo películas en mi cabeza que escribo a las 4 de la mañana. Soy "el hombre sin cámara" porque Vertov se la quedó, cada vez que paso por la Filmoteca echo un vistazo a ver si puedo robársela.
Sólo sé que soy más feliz "maquinando cine" que la Reina de Alicia ante la visón de un guillotina afilada.

¿Y nuestra HS, qué?

Giraluna dijo...

Ponerse a caminar, poco a poco... Eso es. Al menos uno no puede dejar de creer que algún día llegará a su destino.

PS: Pensaba que yo era la única de todo Madrid que utilizaba el verbo "atorar". Me alegra ver que no :)

Giraluna dijo...

Ay, Alberto, ¡cuántos sueños nos habrán robado! Ya conoces mi teoría sobre las "conexiones imaginativas"... Yo, por si acaso, tengo un 'atrapasueños' sobre la cama, pero creo que no sirve de mucho.
By the way, de alguna forma ya somos una especie de directores de cine, ¿no? :)

Esta semana: tú, yo, coffee y nuestra HS.

Iraultza dijo...

Cuando uno consigue borrarse los presupuestos mal creados sobre ese destino onírico artificial, tiene todas las papeletas para llegar a uno que le guste de verdad (aunque me haya quedado algo enrevesada la frase).
Otra de nuestras casualidades no? Sigue sumando ;-).

Giraluna dijo...

Y ya van unas cuantas :)